El General Porfirio Díaz, un hombre alto, fornido con rasgos indígenas y con una inteligencia muy desarrollada, tenía como costumbre seleccionar a las personas que le servían en el gobierno.
En una ocasión, con motivo de la elección de su guardia personal, llegó su jefe de estado mayor presidencial y le comunico al General Díaz.-Señor Presidente: me permití traer ante usted a las personas que solicito usted y que escogimos para que sean su guardia personal y que cuiden de su seguridad así también para las labores que usted les asigne (lo cual significaba que podía encargarse de hacer otros “trabajitos”).
Cuentan que cuando el General Díaz vio a los presuntos candidatos a ser su guardia personal los observo de pies a cabeza y noto que tenían varias cicatrices muy visibles sobretodo en el rostro, al notar su jefe de estado mayor presidencial que el General los observaba se adelanto a comentarle, con el tono que caracteriza a las personas que quieren quedar bien con su jefe, .-General: seguramente se dio usted cuenta que llevan algunas marcas de peleas pasadas, pero le aseguro que han sido por defender a las personas que cuidaban en ese momento y pienso que eso le da una mayor tranquilidad a usted porque harán lo mismo por usted, incluso se que darían su vida a Cambio de que usted este seguro en su persona.
El General Díaz, con su característica sequedad en el trato, le respondió: -Efectivamente veo que estos señores han tenido sus peleas y que estas les han dejado huellas en su persona, seguramente con los que pelearon también debieron haber sido personas capaces y aguerridos, así que le pido, por favor, que se lleve a estos señores que usted me trajo y que me traiga inmediatamente los que les pegaron a estos…
Esto retrataba muy bien el tipo de persona que era el General Díaz, quien no se dejaba impresionar tan fácilmente por sus subordinados.
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